martes, 7 de diciembre de 2010

It's a Biutiful World


Desgarradora, hiperrealista y brillante. La nueva entrega del universo González Iñarritu es una oda contra la indiferencia, un retrato de la fealdad que rodea al mundo moderno más rico y “civilizado”. Biutiful nos muestra una Barcelona que no solemos encontrar en los mapas. Elabora un reportaje magnífico de las cloacas de una ciudad oscura, una jungla de cemento donde conviven fieras salvajes capaces de todo con tal de sobrevivir a su extenuación diaria. La cara oculta de la capital de la vanguardia y la modernidad, la de los excesos frívolos de la alta burguesía que tan bien supo caricaturizar Woody Allen en Vicky, Cristina, Barcelona.

Uxbal es uno de esos animales perdidos en una selva en la que o comes o te comen. No caben las medias tintas. La cinta nos muestra el verdadero rostro de la globalización, alejado de las utópicas y fantasiosas visiones de una Europa unida, que integra a todos sus miembros, cuna del multiculturalismo. Existen varias culturas, eso es verdad, pero su choque es más que evidente. Y, como es la jungla, cada grupo colectivo hace lo posible por sobrevivir. Como en Babel, en esta ocasión Iñarritu nos muestra cómo de interconectadas están nuestras vidas, como pese a ese choque cultural, a esa exclusión que promueve el Estado a través de la represión policial, puede existir un rayo de luz, una esperanza iluminada por la bondad inherente al ser humano.

Uxbal se halla entre la espada y la pared. Ahogado por sus superiores y explotador por accidente de inmigrantes que lo necesitan para sobrevivir. Capitalismo en estado puro. Las clases subalternas, dependientes de los medios de producción –chinos esclavizados, subsaharianos que explotados con el top manta-, la burguesía que se apoya en los substratos de una pirámide que se tambalea pero que nunca termina de ceder. Y en el fondo de ese drama social, de ese retrato de injusticias y déficits democráticos, el desvanecimiento de lo que algunos llegaron a llamar el “sueño europeo”. Visto así, cada vez la Unión Europea se parece menos a Europa –y los valores de la Ilustración que ésta encarnaba- y más a la filosofía estadounidense del darwinismo social.

El sueño americano parece haber comido terreno al europeo y ha terminado por invadirnos merced ese demonio llamado neoliberalismo que lo impregna todo. En un estado bajo mínimos, se impone la ley hobbesiana del más fuerte. Sólo los más capaces sobreviven. No es un mundo para incapaces, para enfermos o para pobres diablos sin ambiciones. Las reglas del juego están sobre la mesa: o las tomas o las dejas y te pudres en una vida mísera. Pero lo cierto es que resulta difícil combinar ese clima inhóspito con las necesidades humanas de seguridad, afecto y estabilidad inherentes a los individuos. Uxbal, como todos los personajes de Iñarritu, es un perro herido, un animal con la sangre hirviente y con un lacerante sentimiento de culpa, que necesita expiar para irse de este mundo lleno de miseria y desolación y adentrarse en otro reino, el de la muerte, que parece mucho más esperanzador al lado de este mundo.

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