Se veía venir. Que en Chile las cárceles se sustentan sobre condiciones inhumanas no es ningún secreto. Como siempre, hace falta que ocurra algún suceso trágico para que la realidad salga a la palestra mediática mundial. Bueno, pues ya lo sabemos. 83 presos han muerto carbonizados en un incendio en un penal de cuyas pésimas instalaciones ya habían alertado algunas voces chilenas. 83 eran también los mineros que quedaron atrapados y cuya resolución feliz todos la conocemos. En aquella ocasión, reinó la concordia. Se trataba un final adecuado para una historia de película. El presidente Sebastián Piñera se congratulaba de las buenas nuevas y se fotografiaba junto a todos y cada uno de los mineros rescatados.
Entre una historia y la otra, solo cambia el final. El origen, sin embargo, es el mismo. La desigualdad social y la injusticia reina en un país que no ha sabido todavía superar la lacra de la dictadura de Pinochet y todo lo que ella representaba. Eligiendo a opciones tan conservadoras como la actual gestión presidencial, el país jamás saldrá del atolladero. Piñera, consagrado magnate y rico en un mundo de pobres, es un acérrimo defensor de la misma filosofía neoliberal que el dictador introdujo en el país de la mano de sus financiadores norteamericanos y, más concretamente, de la Escuela de Chicago -cuna de la doctrina global del shock-.
Que Chile sea presentado en varios medios españoles como la vanguardia de Latinoamérica (se habla del milagro económico chileno) no deja de ser una rémora para comprender la sitaución que vive el país. Es cierto que ha experimentado un crecimiento, al igual que el Brasil de Lula. Sin embargo, a diferencia que en éste, las desigualdades entre ricos y pobres no han hecho más que agudizarse. Las privatizaciones de sectores clave, a la par, no dejan de sucederse y los impuestos a las grandes fortunas, se reducen progresivamente. Es la clave de un modelo que asienta sus pilares sobre la débil condición de los explotados asalariados. Son los mineros que trabajan en condiciones precarias, anclados en medios del siglo pasado. Son también los presos, últimos eslabones olvidados de la cadena del modelo económico chileno. El gasto social estrangulado y los servicios a los más desfavorecidos, inexistentes. Así es el verdadero rostro del neoliberalismo, así es Piñera y así operan las multinacionales en Chile. ¿Hace falta decir que en Europa avanzamos hacia ese mismo modelo? Sin un Estado fuerte y afanosamente intervencionista, las clases subalternas estamos perdidas.
Entre una historia y la otra, solo cambia el final. El origen, sin embargo, es el mismo. La desigualdad social y la injusticia reina en un país que no ha sabido todavía superar la lacra de la dictadura de Pinochet y todo lo que ella representaba. Eligiendo a opciones tan conservadoras como la actual gestión presidencial, el país jamás saldrá del atolladero. Piñera, consagrado magnate y rico en un mundo de pobres, es un acérrimo defensor de la misma filosofía neoliberal que el dictador introdujo en el país de la mano de sus financiadores norteamericanos y, más concretamente, de la Escuela de Chicago -cuna de la doctrina global del shock-.
Que Chile sea presentado en varios medios españoles como la vanguardia de Latinoamérica (se habla del milagro económico chileno) no deja de ser una rémora para comprender la sitaución que vive el país. Es cierto que ha experimentado un crecimiento, al igual que el Brasil de Lula. Sin embargo, a diferencia que en éste, las desigualdades entre ricos y pobres no han hecho más que agudizarse. Las privatizaciones de sectores clave, a la par, no dejan de sucederse y los impuestos a las grandes fortunas, se reducen progresivamente. Es la clave de un modelo que asienta sus pilares sobre la débil condición de los explotados asalariados. Son los mineros que trabajan en condiciones precarias, anclados en medios del siglo pasado. Son también los presos, últimos eslabones olvidados de la cadena del modelo económico chileno. El gasto social estrangulado y los servicios a los más desfavorecidos, inexistentes. Así es el verdadero rostro del neoliberalismo, así es Piñera y así operan las multinacionales en Chile. ¿Hace falta decir que en Europa avanzamos hacia ese mismo modelo? Sin un Estado fuerte y afanosamente intervencionista, las clases subalternas estamos perdidas.
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