La crisis abre la veda para que el populismo más rancio y deslavazado domine en las decisiones de ciertos gobernantes. El pan y el circo que promulgaban los emperadores romanos se hace sentir sobre todo ahora que llegan los festejos de ciudades como Xàtiva o Ontinyent. La diputación ya hace tiempo que puso en liza su maquinaria propagandística para poder sacar partido electoralista a absolutamente todo. A su frente, el que no debe ser nombrado, un hombre que adora los espectáculos y los baños de masas, que no conoce la austeridad.
Por eso, como amo y señor de lo regne, no ha permitido que la Fira de Xàtiva sufra recortes. El vulgo se tiene que entretener con algo y pensar menos en la crisis. Tranquilos, él lo paga todo, se hace cargo. No contento con eso, el que no debe ser nombrado nos ha devuelto una identidad que los valencianos creíamos perdida: la que otorga la ruta del bacalao, el culto al techno y el al éxtasis y la adoración de Ximo Bayo como genio musical. Pura cultura popular. El espectáculo Sona la Dipu DJ ha llegado para quedarse, tanto en Xàtiva como en Ontinyent, donde además se convierte en uno de los actos principales para las noches de Moros y Cristianos. Quizás nos suenen de algo los orígenes de esta macrodiscomóvil. Repasemos escándalos relacionados, aparecidos en la prensa: el arranque del concurso provincial costó 258.000 euros. 8.000 costaron las gogós y 7.000 una barra libre para gente vip. Las cifras se incrementarán para la segunda edición del concurso, que presupuesta 350.000 euros más que la primera.
El presidente de La Dipu se cree que, al final, todo se reduce al anuncio de esa tarjeta de crédito: que la gente se divierta, para él, no tiene precio. Lo mismo ocurre con el concurso de grupos organizado por el mismo órgano. Bisbal costará 200.000 euros en el único concierto de la gira Sona la Dipu que hay que pagar entrada. Con esta brillante fórmula, el órgano provincial efectúa promoción interna al mismo tiempo que profundiza interesadamente en las consecuencias que para el PP tiene la actual crisis económica. Es una magnífica forma de promoción interna. Lejos están los festejos actuales de su origen popular y los ciudadanos pintamos cada vez menos en su organización. Los gobernantes manejan el dinero y, con él, atraen el poder de decisión. Pero hay que ser conscientes de que cuando Rus clama el això ho pague jo! sepamos que a quienes se les resienten los bolsillos es a los ciudadanos de a pie.
Lo que también pagamos son las corridas de toros.500 millones de las arcas públicas se destinan anualmente a sostener la industria de la tauromaquia. De ahí que la prohibición sea racional.
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