El pasado lunes nos enterábamos a través de este diario de la destrucción de 160 hectáreas de monte adulto en un paraje de Muela de Cortes, en Bicorp. Los mismos que lo declararon Lugar de Interés Comunitario han destinado 1,2 millones de euros públicos a la tala indiscriminada de decenas de pinos sin ninguna causa aparentemente justificada. Culpables son tanto la Generalitat como el Gobierno Central, aunque eso poco importa, puesto que nadie podrá ya recuperar la gran biodiversidad del territorio. Totalmente asolada, la zona se halla ahora desprotegida y sujeta a una terrible erosión. La antaño frondosa vegetación ha sido desteñida para dejar paso a un panorama yermo, donde la fauna ya no tiene cabida.
Como explicaba hace unos días en esta misma sección José Vicente Alifa, pionero del ecologismo en Xàtiva, la dejadez y la mala coordinación están conduciendo al progresivo abandono de muchas áreas naturales de nuestras comarcas. Varios manantiales han desaparecido en la zona de Alboi y las antiguas sendas se vuelven impracticables por el descenso de excursionistas preocupados por el entorno. En Enguera, los ecologistas de Adene llevan tiempo denunciando que no se cumplen las medidas de limpieza prometidas en la sierra de la localidad, necesarias para prevenir incendios. La asociación hace lo que puede, pero es difícil, teniendo en cuenta que este año han visto reducida a la mitad la subvención del ayuntamiento, por motivos ideológicos.
Cuesta imaginar cómo será el panorama en el futuro. El ser humano es una plaga sobre el planeta, que extingue poco a poco sus recursos naturales. ¿Qué legado dejaremos a nuestros hijos, a este paso? Lo que no destruyen los incendios forestales, tan temidos en estas épocas del año, lo arrasan los gobiernos, con su codicia y su escasa preocupación por el medio ambiente, en el que sólo piensan cuando pueden extraer algún tipo de rédito electoral. Ya lo vaticinó el célebre ex presidente norteamericano, George W. Bush: «La mejor manera de acabar con los incendios es eliminar los árboles». Así será. Hasta que no quede nada.
miércoles, 28 de julio de 2010
martes, 20 de julio de 2010
La música en peligro
Dicen los más avezados que corren malos tiempos para la música. Dicen que el Consell ha recortado la mitad de las ayudas que antes otorgaba a las escuelas de educandos. Dicen que hay que apretarse el cinturón, que ahora toca austeridad. Las sociedades musicales se ahogan económicamente. Las de los pueblos más pequeños se ven incapaces de subsistir a largo plazo, y temen por que las canteras de jóvenes músicos desaparezcan.
Dicen que la educación musical se convertirá en un producto elitista al alcance de unos pocos afortunados, si la cosa prosigue así. Que el 70% de los docentes perderá el empleo en los próximos años. Que un valor tan intrínsecamente local e identitario para nuestras comarcas (dicen) podría verse muy minado. Otros, sin embargo, excusan la actitud de la conselleria: explican que no queda otro remedio, instan a los padres a “arrimar el hombro”. Lo que no dicen es que, mientras las bandas agonizan, la Generalitat destina 46,3 millones de euros para salvar la deuda histórica que mantiene Canal 9 –ese ente “público” cuyos directivos cobran más que Zapatero o Camps y que dispone de fondos para televisar la Fórmula 1, pero no para transmitir las actuaciones de los cantautores autóctonos-.
No hay futuro para las escuelas de música. Afrontan un negro horizonte si quieren cuadrar las cuentas ofreciendo el mismo servicio que antes. Una labor que no es otra que la de formar ciudadanos, educándolos en el sano conocimiento que proporciona la música. El cultivo musical dota al niño de una sensibilidad que ningún otro arte es capaz de transmitir. Otra cosa sería que, entre los intereses de nuestros gobernantes, no estuviera el de fomentar el civismo ciudadano. Quizás, como dicen las malas lenguas, les importe más que no pensemos por nosotros mismos, que asintamos y callemos. Y de ahí que deterioren a base de bien la educación pública. La pregunta es: ¿nos dejaremos amordazar?
Dicen que la educación musical se convertirá en un producto elitista al alcance de unos pocos afortunados, si la cosa prosigue así. Que el 70% de los docentes perderá el empleo en los próximos años. Que un valor tan intrínsecamente local e identitario para nuestras comarcas (dicen) podría verse muy minado. Otros, sin embargo, excusan la actitud de la conselleria: explican que no queda otro remedio, instan a los padres a “arrimar el hombro”. Lo que no dicen es que, mientras las bandas agonizan, la Generalitat destina 46,3 millones de euros para salvar la deuda histórica que mantiene Canal 9 –ese ente “público” cuyos directivos cobran más que Zapatero o Camps y que dispone de fondos para televisar la Fórmula 1, pero no para transmitir las actuaciones de los cantautores autóctonos-.
No hay futuro para las escuelas de música. Afrontan un negro horizonte si quieren cuadrar las cuentas ofreciendo el mismo servicio que antes. Una labor que no es otra que la de formar ciudadanos, educándolos en el sano conocimiento que proporciona la música. El cultivo musical dota al niño de una sensibilidad que ningún otro arte es capaz de transmitir. Otra cosa sería que, entre los intereses de nuestros gobernantes, no estuviera el de fomentar el civismo ciudadano. Quizás, como dicen las malas lenguas, les importe más que no pensemos por nosotros mismos, que asintamos y callemos. Y de ahí que deterioren a base de bien la educación pública. La pregunta es: ¿nos dejaremos amordazar?
jueves, 15 de julio de 2010
Los héroes sin rostro
Ganó España el Mundial y por momentos el júbilo nos devolvió una felicidad que muchos creían perdida. El pesismismo español se evapora y unos héroes con rostros de futbolistas y sueldos millonarios salieron de Sudáfrica con el botín prometido. Parece mentira que, para olvidarnos de la crisis, necesitemos a once tipos en pantalón corto que cobran lo que no está escrito. Pero, en fin, así es el mundo: ellos se llevan la prima millonaria, y nosotros somos los primos que seguimos cargando con el desempleo.
Me había prometido no ser un aguafiestas. Es difícil, sobre todo después de lo que han vivido en Navarrés este fin de semana. Como la selección española, María José Such visitó un país del Tercer Mundo. Pero a diferencia de los jugadores de «La Roja» no salió de allí con ningún trofeo. Fue a ayudar, a aportar esfuerzo sobre la pobreza inhumana que asola muchas zonas de Perú. Y lo cobró con su propia vida. A la desesperación familiar se ha tenido que sumar un error que llevó a intercambiar su cuerpo con el de otra cooperante. Indignación, nervios, incertidumbre. Todo el pueblo volcado con una de sus vecinas más queridas.
Como María José, decenas de jóvenes deciden dedicar sus vacaciones al turismo solidario. Podrían irse a Ibiza, o simplemente visitar la parte rica de algún país empobrecido, pegarse la fiesta, hacer cuatro fotos y volver como si nada. Pero no. Dedican su tiempo libre a trabajar contra la injusticia que azota el mundo y tratar de devolver la dignidad a unos niños que nunca conocieron su significado. Otros jóvenes, desde nuestras comarcas, cuidan de aquellos que lo necesitan. Aunque trabajen de manera precaria y no reciban las ayudas prometidas por los gobiernos (¿cuántas personas siguen esperando que se aplique la Ley de Dependencia?), se sacrifican por los desamparados, ya sean niños sin familia, ancianos o discapacitados.
Los verdaderoe héroes no tienen rostro. Educadores, trabajadores sociales, voluntarios que ponen su vida en peligro por pura solidaridad. Rescatan un valor que creíamos perdido aquí, en el Primer Mundo, donde reinan la avaricia y el egoísmo descarnado.
Me había prometido no ser un aguafiestas. Es difícil, sobre todo después de lo que han vivido en Navarrés este fin de semana. Como la selección española, María José Such visitó un país del Tercer Mundo. Pero a diferencia de los jugadores de «La Roja» no salió de allí con ningún trofeo. Fue a ayudar, a aportar esfuerzo sobre la pobreza inhumana que asola muchas zonas de Perú. Y lo cobró con su propia vida. A la desesperación familiar se ha tenido que sumar un error que llevó a intercambiar su cuerpo con el de otra cooperante. Indignación, nervios, incertidumbre. Todo el pueblo volcado con una de sus vecinas más queridas.
Como María José, decenas de jóvenes deciden dedicar sus vacaciones al turismo solidario. Podrían irse a Ibiza, o simplemente visitar la parte rica de algún país empobrecido, pegarse la fiesta, hacer cuatro fotos y volver como si nada. Pero no. Dedican su tiempo libre a trabajar contra la injusticia que azota el mundo y tratar de devolver la dignidad a unos niños que nunca conocieron su significado. Otros jóvenes, desde nuestras comarcas, cuidan de aquellos que lo necesitan. Aunque trabajen de manera precaria y no reciban las ayudas prometidas por los gobiernos (¿cuántas personas siguen esperando que se aplique la Ley de Dependencia?), se sacrifican por los desamparados, ya sean niños sin familia, ancianos o discapacitados.
Los verdaderoe héroes no tienen rostro. Educadores, trabajadores sociales, voluntarios que ponen su vida en peligro por pura solidaridad. Rescatan un valor que creíamos perdido aquí, en el Primer Mundo, donde reinan la avaricia y el egoísmo descarnado.
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