La filtración de miles de documentos secretos que afectan a la diplomacia estadounidense supone el mayor hito en defensa de la transparencia de la historia. Gracias a Wikileaks tenemos, por primera vez, acceso al verdadero rostro de la geopolítica a nivel mundial. Assange ha desenmascarado la falsedad que subyace en el fondo de las relaciones entre las principales potencias y nos presenta cómo se mueven verdaderamente en el tablero de ajedrez internacional. La política de exterior estadounidense al descubierto, sin ambages. ¿Cuántos defensores de los derechos humanos habíamos soñado con este momento?
Que los embajadores internacionales del país norteamericano ejercieran prácticamente de espías en favor de los intereses estratégicos del país que ahora gobierna Obama no sorprende demasiado. No sucede lo mismo con casos puntuales que conectan las instituciones estadounidenses con un aparato propagandístico inmenso que opera en favor del imperio yanqui. La revelación de que la diplomacia estadounidense afincada en territorio español actuaba en connivencia con la justicia patria con tal de beneficiar a los intereses de la gran potencia causa escalofríos. Que el fiscal del Estado de un país deje boicotear diversos procesos judiciales porque el aliado norteamericano lo pide –con la complicidad del gobierno de Zapatero- no deja de resultar insulso y pone al descubierto la escasa relevancia de España –socavada totalmente en su soberanía- en el panorama global.
En efecto, como muchos ya sospechábamos, las altas instancias de la justicia española tuvieron un papel clave para paralizar el proceso condenatorio contra los tres militares estadounidenses que asesinaron a José Couso en 2003 mientras se encontraba filmando en el Hotel Palestina. Couso es el paradigma de la “libertad de información” que teóricamente promulgan las potencias del bloque occidental. Sometido a una muerte injusta en medio de una guerra injusta y olvidado en los legajos administrativos de la justicia española. En efecto, España deberá responder qué papel tuvo el embajador estadounidense y el fiscal del Estado en el boicot al enjuiciamiento contra los criminales que asesinaron a Couso. Es por asuntos como este por los que la justicia española se ha ganado a pulso, en los últimos años, su deslegitimación más absoluta. Se trata del colmo de la partidización absurda de los jueces y da una buena muestra de que, cuando hay grandes intereses en juego, los derechos humanos se desvanecen en el apartado de los “daños colaterales”. ¿Qué es un Estado de Derecho si la justicia no funciona a derechas?
Igual de mal parados son unos políticos que terminan ganándose a pulso también la desafección cada vez más aguda que les profesamos lxs ciudadanxs. Con las filtraciones queda totalmente demostrado lo bien que dominan el “arte de la mentira” gobernantes de la talla de Rubalcaba. Actuar distintamente de cara a la galería y a la hora de la verdad entra dentro del manual del buen político. De cara a la galería, todos los países miembros de la Unión Europea mostraron su repulsa a Guantánamo. Se avivaron en condenar a viva voz las torturas y la injusticia emanada de la encarcelación de los presos allí arracimados. La opinión pública escuchaba orgullosa esos mensajes de paz y concordia que demostraban que la Unión Europea tenía vocación de convertirse en una gran superpotencia defensora de la legalidad internacional. Nada más lejos de la realidad. Una realidad que nos muestra ahora Wikileaks: ningún país europeo quiso aceptar acoger presos de la cárcel de Bush desinteresadamente.
¿Por qué? Los votantes podrían cabrearse con ellos. Zapatero no fue menos. Convertido en uno de los mayores acicates del gobierno Bush, no dudó en amilanarse a la hora de verdad y ha terminado acogiéndose al mercadeo de los presos que se ha impuesto en todo el mundo: como todo en las relaciones internacionales, ellos también valen dinero. Por cada uno que acogemos, nos hemos embolsado 85.000 euros y las reticencias generadas en toda Europa explican el por qué del retraso del cierre de Guantánamo, otra de las promesas incumplidas (de momento) del presidente Obama. ¿Es esa la justicia y la cooperación que defienden las naciones democráticas europeas de puertas para afuera?
El gran acierto de Assange y su Wikileaks es la valentía con la que ha emprendido una acción que bien se merece todas las distinciones. Sin duda, barrer la suciedad que impregna las relaciones internacionales y volver transparente lo que nuestros mandamases se esfuerzan por mantener en la opacidad, es la mayor labor que se le puede pedir a un periodista.
Que los embajadores internacionales del país norteamericano ejercieran prácticamente de espías en favor de los intereses estratégicos del país que ahora gobierna Obama no sorprende demasiado. No sucede lo mismo con casos puntuales que conectan las instituciones estadounidenses con un aparato propagandístico inmenso que opera en favor del imperio yanqui. La revelación de que la diplomacia estadounidense afincada en territorio español actuaba en connivencia con la justicia patria con tal de beneficiar a los intereses de la gran potencia causa escalofríos. Que el fiscal del Estado de un país deje boicotear diversos procesos judiciales porque el aliado norteamericano lo pide –con la complicidad del gobierno de Zapatero- no deja de resultar insulso y pone al descubierto la escasa relevancia de España –socavada totalmente en su soberanía- en el panorama global.
En efecto, como muchos ya sospechábamos, las altas instancias de la justicia española tuvieron un papel clave para paralizar el proceso condenatorio contra los tres militares estadounidenses que asesinaron a José Couso en 2003 mientras se encontraba filmando en el Hotel Palestina. Couso es el paradigma de la “libertad de información” que teóricamente promulgan las potencias del bloque occidental. Sometido a una muerte injusta en medio de una guerra injusta y olvidado en los legajos administrativos de la justicia española. En efecto, España deberá responder qué papel tuvo el embajador estadounidense y el fiscal del Estado en el boicot al enjuiciamiento contra los criminales que asesinaron a Couso. Es por asuntos como este por los que la justicia española se ha ganado a pulso, en los últimos años, su deslegitimación más absoluta. Se trata del colmo de la partidización absurda de los jueces y da una buena muestra de que, cuando hay grandes intereses en juego, los derechos humanos se desvanecen en el apartado de los “daños colaterales”. ¿Qué es un Estado de Derecho si la justicia no funciona a derechas?
Igual de mal parados son unos políticos que terminan ganándose a pulso también la desafección cada vez más aguda que les profesamos lxs ciudadanxs. Con las filtraciones queda totalmente demostrado lo bien que dominan el “arte de la mentira” gobernantes de la talla de Rubalcaba. Actuar distintamente de cara a la galería y a la hora de la verdad entra dentro del manual del buen político. De cara a la galería, todos los países miembros de la Unión Europea mostraron su repulsa a Guantánamo. Se avivaron en condenar a viva voz las torturas y la injusticia emanada de la encarcelación de los presos allí arracimados. La opinión pública escuchaba orgullosa esos mensajes de paz y concordia que demostraban que la Unión Europea tenía vocación de convertirse en una gran superpotencia defensora de la legalidad internacional. Nada más lejos de la realidad. Una realidad que nos muestra ahora Wikileaks: ningún país europeo quiso aceptar acoger presos de la cárcel de Bush desinteresadamente.
¿Por qué? Los votantes podrían cabrearse con ellos. Zapatero no fue menos. Convertido en uno de los mayores acicates del gobierno Bush, no dudó en amilanarse a la hora de verdad y ha terminado acogiéndose al mercadeo de los presos que se ha impuesto en todo el mundo: como todo en las relaciones internacionales, ellos también valen dinero. Por cada uno que acogemos, nos hemos embolsado 85.000 euros y las reticencias generadas en toda Europa explican el por qué del retraso del cierre de Guantánamo, otra de las promesas incumplidas (de momento) del presidente Obama. ¿Es esa la justicia y la cooperación que defienden las naciones democráticas europeas de puertas para afuera?
El gran acierto de Assange y su Wikileaks es la valentía con la que ha emprendido una acción que bien se merece todas las distinciones. Sin duda, barrer la suciedad que impregna las relaciones internacionales y volver transparente lo que nuestros mandamases se esfuerzan por mantener en la opacidad, es la mayor labor que se le puede pedir a un periodista.