Dicen los más avezados que corren malos tiempos para la música. Dicen que el Consell ha recortado la mitad de las ayudas que antes otorgaba a las escuelas de educandos. Dicen que hay que apretarse el cinturón, que ahora toca austeridad. Las sociedades musicales se ahogan económicamente. Las de los pueblos más pequeños se ven incapaces de subsistir a largo plazo, y temen por que las canteras de jóvenes músicos desaparezcan.
Dicen que la educación musical se convertirá en un producto elitista al alcance de unos pocos afortunados, si la cosa prosigue así. Que el 70% de los docentes perderá el empleo en los próximos años. Que un valor tan intrínsecamente local e identitario para nuestras comarcas (dicen) podría verse muy minado. Otros, sin embargo, excusan la actitud de la conselleria: explican que no queda otro remedio, instan a los padres a “arrimar el hombro”. Lo que no dicen es que, mientras las bandas agonizan, la Generalitat destina 46,3 millones de euros para salvar la deuda histórica que mantiene Canal 9 –ese ente “público” cuyos directivos cobran más que Zapatero o Camps y que dispone de fondos para televisar la Fórmula 1, pero no para transmitir las actuaciones de los cantautores autóctonos-.
No hay futuro para las escuelas de música. Afrontan un negro horizonte si quieren cuadrar las cuentas ofreciendo el mismo servicio que antes. Una labor que no es otra que la de formar ciudadanos, educándolos en el sano conocimiento que proporciona la música. El cultivo musical dota al niño de una sensibilidad que ningún otro arte es capaz de transmitir. Otra cosa sería que, entre los intereses de nuestros gobernantes, no estuviera el de fomentar el civismo ciudadano. Quizás, como dicen las malas lenguas, les importe más que no pensemos por nosotros mismos, que asintamos y callemos. Y de ahí que deterioren a base de bien la educación pública. La pregunta es: ¿nos dejaremos amordazar?
martes, 20 de julio de 2010
La música en peligro
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